QUÉ VER ESTE FINDE

Estrenos

—Viene de noche. Una hora y media de tensión, paranoia, desconfianza y claustrofobia que sufren tanto el espectador como la familia que vive solitaria en medio de un gran bosque y una hermosa cabaña de madera que alguna vez fue un hogar común y corriente (las fotos en las paredes lo atestiguan). Allí reside un reducido grupo familiar —padre (Joel Eldergton), madre, un asustado chico de 17 años y su perro— protegidos de un ¿virus? (nunca lo sabremos bien) que ha dejado desolada la Tierra. O eso suponemos. Una reproducción del terrible cuadro de El Bosco, “El jardín de las Delicias” (que muestra el infierno, el purgatorio y el Cielo) está allí para recordarnos de qué va todo. El director Troy Edward Shults juega permanentemente con los miedos y paranoias del propio espectador, a través de sus angustiados personajes, siempre desconfiados, en estado de alerta y viviendo un postacopalipsis , premunidos de máscaras y custodiando una puerta roja de acero que no se debe abrir.

—El Círculo Rojo. Emma Watson es una millenial que consiguió el puesto soñado: un muy buen remunerado trabajo en El Círculo —algo así como Facebook o Google— cuyas oficinas vidriadas se emplazan en algo parecido al Parque Bicentenario y donde los empleados disponen de canchas de lo que quieran, clases de yoga, peluquería, fiestas de noche con su grupo de rock favorito en vivo. Tom Hanks encarna al gurú que ha inventado —junto a un socio y un tercer sujeto que se ha hecho a un lado— un innovador sistema operativo, el TrueYou que unifica mails, perfiles de RRSS, etc. También las pequeñísimas cámaras SeeChange, que vigilan los que queramos, contribuyen a nuestra seguridad y son una gran ayuda “para los activistas de derechos humanos”, como dice el gran Jefe en las charlas motivaciones de los viernes, que son todo un jolgorio.

Basada en un libro que planeta la tensión entre convertirnos en El Gran Hermano y el derecho a la privacidad, la película carece de la tensión y el suspenso que amerita y promete. Tanto, que los antagonistas —esos que mueven la acción y las contradicciones— aparecen totalmente desdibujados.

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