VIAJO SOLA : UNA PEQUEÑA Y ENCANTADORA COMEDIA DRAMÁTICA

¿Qué tal trabajar como inspector de hoteles cinco estrellas alrededor del mundo?
Es lo que hace minuciosamente Irene (Margherita Buy, Mia Madre, de Nani Moretti) en Viajo Sola, una comedia dramática, cotidiana, aguda, encantadora, sobre afectos, identidad y esa delgada y difusa línea entre libertad y soledad.
“Una vida cinco estrellas” fue el título de esta película italiana para el mercado anglo.
La directora Maria Sole Tognazzi nos muestra en 85 minutos las estadías de su protagonista en el Hotel Crillón, de París; el Gstaad Palace, de Suiza; el Fonteverde Tuscan Resort de Siena; un fastuoso hotel de Marruecos; el Adlon Kempinski y el Branderburger, en Berlín; el Puli Hotel de Shanghai; el Borgo Egnazia en Apulia (Italia).
Somos testigos de cómo Irene roza las sábanas calculando cuántos hilos tiene; pasa sus dedos por aquí, por allá; termómetro en ristre le toma la temperatura a la sopa y al vino; y sobre todo, intenta pasar desapercibida de manera que no se enteren que es inspectora y se esmeren en atenderla mejor para “aprobar”.
La reacción de las gerencias cuando finalmente se presenta como lo que es y les hace ver sus reparos es peor que si a usted le cayera encima todo el departamento de fiscalización del SII. ¡Perder una estrella es peor que la muerte!
Y entre aeropuertos, aviones y lujosos salones, habitaciones y spa, conocemos la vida “real” de Irene, una cuarentona soltera, sin hijos, a quien, de distintas maneras, alguien le traerá a colación que está sola.
Para comenzar, su jefe, quien le pide que reemplace a una compañera que (¡qué molestia!) se va de pre o post natal. “Soy tu mejor inspector porque no tengo vida, ¿eso es?”, le replica sardónica.
Su hermana Silvia (una divertida dueña de casa que extravía toda clase de llaves todo el tiempo), casada con un músico y madre de dos niñas, no pierde oportunidad. “¿Y con quién vas al cine?”. “Sola”, responde Irene. “¡Vaya qué buen grupo!”, replica Silvia.
Nada que inmute a Irene.
Con quien alguna vez fue su pareja, Andrea (Stefano Accorsi), dueño de una tienda de productos orgánicos, que se enreda en una curiosa relación con una mujer que sí está preocupada de su reloj biológico, mantiene una bonita y estrecha amistad.
Mientras desfilan escenarios lujosos, interrumpidos por el cotidiano de la protagonista, Viajo sola nos prodiga con pequeños momentos risueños, escenas entrañables y algunas francamente jocosas.
La aséptica planilla excel que va llenando Irene con tickets en su computador, una vez instalada en cada hotel, se complementa con evaluaciones explicadas en off que, de pronto, a medida que avanza la historia, parecen aplicables a la vida.
Pero no es hasta encontrarse en un spa con Kate que se produce el momento de inflexión. Ella resulta ser un antropóloga, algo mayor que Irene, que ha ido a Berlín a lanzar un libro.
“El lujo es un engaño. La vida está en otra parte”, le comenta risueña y encantadora. En la mirada crítica de Kate, “esta sociedad define a la mujer basándose en su poder de seducción”.
Pero no son solo sus palabras lo que conmueven a Irene, sino un hecho completamente inesperado que por primera vez, de verdad, la hace sentir con angustia aquello sobre lo que su hermana tanto la ha sermoneado: la soledad y lo que ello implica en un futuro no tan lejano.
Tognazzi no da lecciones ni impone una tesis sobre otra (lo que se agradece). Simplemente deja caer la reflexión y la instala según los puntos de vista de cada personaje.
Como en el anverso de la magnífica Elle (Paul Veerhoven, con Isabelle Huppert), Viajo sola es una historia que cree en la humanidad y en las buenas intenciones de seres que lidian con problemas cotidianos sin perder el norte, los buenos sentimientos, ni el buen humor.