Director: Yann Demange Reparto: Jack O'Connell, Paul Anderson, Valene Kane, Sean Harris, Sam Reid, Charlie Murphy, Richard Dorme. Año: 2014. Duración: 99 min. País: Reino Unido. UN THRILLER TREPIDANTE, PRECISO, PERFECTO. (En Fílmico, Paseo Las Palmas).
El impacto de «En el nombre del padre» (1993), esa estremecedora película de Jim Sheridan, inolvidablemente protagonizada por Daniel Day-Lewis, quizás sea lo que más haya contribuido a poner el drama de Irlanda del Norte en la primera fila del interés masivo.
Más aun que ese himno en que se convirtió «Sunday Bloody Sunday» (1983), de U2, sobre la matanza del ’72 en Derry (Bono también escribió una de las canciones de la película de Sheridan).
La trágica historia de Gerry Conlon (que murió el año pasado) -construida por Sheridan como un melodrama de suspenso policial-jurídico- clamaba justicia a los cielos. Y el espectador lo seguía frenético porque sabía muy bien quiénes eran los buenos y quiénes los malos.
» ’71», largometraje debut del joven director franco-británico Yann Demange -que causó fuerte impacto entre la crítica tras su paso por la Berninale el año pasado y ganó el Premio del Jurado Ecuménico-, vuelve sobre la convulsionada Belfast para desconcertarnos con las complejidades y los intersticios de la violencia y el odio sembrado por años, en un estilo realista, directo, cercano al documental, urgente como un despacho de corresponsal de guerra.
Es 1971, justo un año antes del «domingo sangriento» al que alude la canción y varias películas (como la de Paul Greengrass).
En poco más de 24 horas, Demange sigue a un joven soldado británico, Gary Hook (Jack O’Connell, mesurado, contenido, aún en su desesperación), que es destinado a Belfast. Sabemos poco de él (apenas que tiene un hijo en un internado). A la mañana siguiente de llegar a la ciudad, es enviado junto a su grupo a una revisión de casas en búsqueda de armas.
Ninguno de ellos ha estado jamás en Belfast. Es casi tragicómico constatar la irresponsabilidad con que el teniente los manda, con un mapa inútil en sus manos y el uniforme menos adecuado posible.
Una cámara nerviosa, tensa, de ritmo trepidante -que sabe detenerse en el momento exacto para que el espectador respire- transmite desde los ojos desconcertados del protagonista el clima de violencia en el que súbitamente se ve sumergido. Desde que son recibidos por niños lanzando orines, las mujeres haciendo sonar las tapas de los basureros en la acera hasta que van apareciendo personas con piedras, jóvenes armados…
En minutos, explota el conflicto, el pequeño pelotón se ve sobrepasado, se ordena la retirada del camión, pero él y un compañero han quedado en medio de la multitud que los apalea y los patea en el suelo. Una mujer increpa a los agresores, instándolos a detenerse, algunos retroceden, pero uno de ellos aprovecha el instante para acercarse y dar un tiro a quemarropa al compañero de Gary.
Desde ese instante, Hook huye por pasajes y callejones que no conoce, con sus acechadores en los talones.
Esa noche, escondido en medio de calles oscuras, sabrá que en la convulsionada Belfast -con niños portando ametralladoras, incendios y bombas que explotan en cualquier parte, cadáveres jóvenes, familias llorando pérdidas- no hay dos bandos, ni tres, ni cuatro.
Sí, hay católicos y protestantes, está el IRA, el Ejército inglés en sus cuarteles, pero en cada sector hay facciones con tanto encono entre sí como el que tienen contra su «enemigo original». ¿Cuál es ese?
Ya no lo saben. La desconfianza y la traición están instaladas en todos los bandos, en una población en la que todos se conocen.
Matar es un acto de inercia, una confusión más dentro de la normalidad. Los líderes de siempre saben cómo llevar ovejas a su rebaño para convencerlos que hay que empuñar armas. ¿Por qué, contra quién? Eso puede cambiar en un pestañeo.
Ante los ojos de Gary pasan estas bandas, un niño armado que lo ayuda, un médico y su hija que lo recogen y lo curan, mientras un poco más allá hay familias intentando una vida cotidiana, con niñas haciendo tareas y el hijo en la universidad cuya madre no sabe que está siendo reclutado por alguna de esas facciones.
En » ’71» no hay discurso político estilo Ken Loach, ni lecciones de historia, ni héroes. Lo que hay es un testimonio crudo -filmado con mano ágil- de una sociedad donde está triunfando la opción por la violencia, aunque no sea esa la que quieren todos.
Demange (mejor director en los British Independent Awards, entre otros premios) pone al espectador en los zapatos de este soldado extraviado que en una noche aprende -con miedo, desilusión y dolor- que nada es en blanco y negro, menos en un conflicto lleno de complejidades.
Un thriller trepidante, preciso, perfecto.
(En Fílmico, Paseo Las Palmas).
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