Suspenso a lo clásico, servido con un acompañamiento de convenciones recurrentes, es lo que ofrece la efectiva y entretenida “ACORRALADOS”. Tanto, que para un cinéfilo habrá muchas imágenes, ideas y personajes que le suenen a conocido.
Neil tiene una vida perfecta: una bella esposa, Abby, y una preciosa hijita, Sophie, con quienes vive en una más que confortable casa. El es un publicista exitoso que está a punto de ser ascendido a socio de la agencia.
En dos minutos, este idílico paisaje deviene en pesadilla, cuando en la vida de la pareja irrumpe Tom Ryan (Pierce Borsnan), un sicópata frío y dispuesto a todo. “No te metas con alguien que no tiene nada que perder”, es la contundente amenaza con que Ryan conduce a Neil y Abby, durante el resto de la jornada, por una ratonera sin salida.
La mayor habilidad del creador de esta historia es desarmar, cada cierto rato, las pocas certezas que quedan en el aire y a la vez jugar con ciertos datos arrojados, aparentemente al azar, en medio del relato, los que se aparecen como luces al final de túnel… pero que luego conducen a otro callejón sin salida.
Aunque la resolución pueda parecer algo forzada -no tan descabellada, en todo caso-, el sentimiento inquietante de haber sido paseados por los ignotos recovecos de nuestra propia conciencia permanece intacto. Las conciencias —jamás del todo puras—y esas culpas guardadas en el fondo del cajón son, al fin de cuentas, la trampa perfecta para que la imaginación pueda, desde allí, recorrer pasadizos incluso aterradores.
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