No haga tal de espantarse con el título de esta película. Sí. El nombre tiene todo que ver con el relato, pero se trata de una de las películas más atractivas y diferentes de los últimos años.
Calvario es un drama profundo e intenso, pero que no escatima en humor (fino y negro); entretenido en su permanente suspenso; fascinante en sus personajes; asombroso en sus imágenes, donde predominan los exteriores: el mar, la naturaleza, el campo.
La primera escena es un close up al padre James (Brendan Gleeson, un gran actor secundario) en el confesionario de su iglesia, en un pueblo costero de la campiña irlandesa. En el reclinatorio, un feligrés (que no vemos nunca) le relata una cruda historia y tras ello, le fija un calendario de poco más de una semana, que tendrán en vilo al cura y al espectador.
James es un hombre mayor, que tomó los hábitos tras enviudar, que viene de vuelta de la vida y ha elegido ser parte activa de una iglesia profundamente herida por los escándalos de pedofilia y también por la lenta y firme secularización del mundo.
Fe, pecado, misericordia están en el centro de todo, en un idílico lugar donde hay más demonios que ángeles.
Las líneas del guión son para aplaudir. Genial la música (el cierre con “Subo”, de Paco Ibáñez es para erizar los pelos).
Impactante, inolvidable.
CALVARIO (Calvary)
Dirección y guión: John Michael McDonagh.
Reparto: Brendan Gleeson, Kelly Reilly, Chris O’Dowd, Dylan Moran.
Irlanda, Gran Bretaña/ 2014.
Duración: 1 hora 42.
Muy buena.
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