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EL BOSQUE DE KARADIMA: CÓMO RECONOCER A UN ABUSADOR

“El bosque de Karadima” Director: Matías Lira Elenco: Benjamín Vicuña, Luis Gnecco, Pedro Campos, Aline Kuppenheim, Ingrid Isensee, Gloiria Munchmeyer. Pais: Chile. Duración: 100 minutos Mayores de 14 años

EL BOSQUE DE KARADIMA: CÓMO RECONOCER A UN ABUSADOR

Dolorosa, fuerte, estremecedora, El bosque de Karadima puede ser un trago amargo para muchos (sobre todo si se es un auténtico católico), pero resulta ser una película imprescindible: expone con asombrosa nitidez las técnicas cotidianas de un abusador y cómo funciona aquello del «síndrome de Estocolmo», ese que impulsa a la víctima a ser partícipe del sometimiento sin saber por qué permanece allí ni cómo es que lo sigue consintiendo.

El revuelo que ha precedido el estreno de «El bosque de Karadima» es comprensible: en abril de 2010 los chilenos vimos consternados el «Informe especial» de TVN en que tres profesionales denunciaban haber sido abusados por el conocido sacerdote Fernando Karadima.
Desde ese día el director Matías Lira comenzó su intenso trabajo de investigación para hacer esta película. (MATIAS LIRA, director de “El Bosque de Karadima”: “No se imaginan la cantidad de abusadores que hay”)

Lira y su equipo de guionistas construyen una ficción a partir de hechos que sí ocurrieron, en un relato cuyo único nombre real es el de Karadima (Luis Gnecco). Y se concentra en la relación abusador, Karadima, y abusado, en este caso, Thomas (Benjamín Vicuña), un personaje cuya biografía se acerca a la del médico James Hamilton, pero que se desdibuja para ser fusionado con la de otros afectados.
Difícil elaborar un guión que sea interesante para el público, cuando se tiene ente manos una historia muy conocida por los chilenos porque ha sido ampliamente divulgada por la prensa, la radio y la TV y porque es un caso que aún no se cierra del todo.
La opción fue fragmentar el relato, con saltos en el tiempo, y por cierto, construir el cotidiano, que es lo más atractivo.
Por ello, la película comienza con el procurador de justicia eclesiástico, el padre Aguirre (Francisco Melo) escuchado y grabando en su oficina la denuncia que viene a hacerle Thomas.
Su relato nos lleva a la iglesia El Bosque a donde Thomas llega siendo muy joven (rol a cargo de Pedro Campos).
Su «aceptación» en el grupo, su incorporación a los ritos, la relación con su egocéntrica madre (Aline Kuppenheim) y sobre todo cómo es seducido por la amabilidad, el afecto y el encanto de este cura que lo acoge en su inmensa vulnerabilidad de chico sin padre, van desfilando por los ojos de los espectadores.
Thomas se confía, deslumbrado y feliz, en el cura que se inviste como su guía espiritual.
Los primeros abusos comienzan pronto y la manipulación del abusador, como suele ocurrir, es todo lo hábil como para dejar paralizado a Thomas en su desconcierto.
El rol lo toma Benjamín Vicuña, cuando avanza la historia. Y eso, la parálisis, la perplejidad, es lo que lo define. Luego, su encuentro con Amparo (Ingrid Isensee), su futura esposa y madre de sus hijos, le añade desazón y confusión a su alma revuelta.
Vicuña, que a veces por ser una estrella internacional se nos olvida que es un actor de un maravilloso talento innato, refleja muy bien, en esos acusadores primeros planos, esa suerte de inconsciencia zombie en la que vive el abusado.
Los realizadores fueron extraordinariamente hábiles en las escenas de perversión, de alto contenido sexual: no las elude, muestra lo que es necesario -no más, no menos- sin rozar siquiera la truculencia.

La evolución y desarrollo dramático de Karadima en manos de Luis Gnecco está al borde de la genialidad. Desde el encantador y cálido cura al abusador impávido, pasando por los patéticos taimes manipuladores, la ira contenida en su rostro, sus amenazas a lo mafioso a sus superiores (notable secuencia). Si estuviera en Hollywood sería Oscar al mejor actor.
Están demás las alusiones políticas (en boca de la madre de Karadima, Gloria Münchmeyer) sobre todo porque distrae de lo central. Es un detalle.

Sólo agregar: como lo ha dicho su realizador, la película no es un ataque a la Iglesia Católica (aunque sobre el letrero del final). De hecho, es la ayuda de un cura, la del padre Aguirre, la que resulta clave para que Thomas salga de su pantano.
Más importante que eso: la película, como decíamos al comienzo, desmantela la técnica del abusador, cualquiera este sea (o haya sido), y con ello no sólo contribuye a que las eventuales víctimas lo distingan, sino que además, a quienes fueron abusados, les será aliviador comprender que no son culpables, que no son «tontos» por haber permanecido ahí, que lo malo (y el mal) no está en ellos.
Y eso sí que es relevante.
IDEAL PARA: padres de familia, jóvenes, profes, orientadores.

Categorias: Drama

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