Seguro que cada vez que usted ve películas de casas embrujadas (ya sabe, puertas que se abren y cierran solas, olores extraños, objetos que se caen porque sí, relojes clavados en una cierta hora y la familia dále con bajar al sótano) usted se pregunta ¿por qué diablos no se mandan cambiar ¡ahora ya! de ese lugar?
En El Conjuro responden bastante satisfactoriamente esa pregunta, mezclando elementos de esos que uno ve en canales como Infinito o History Channel y apelando a las convenciones cinematográficas del género.
La película relata uno de los casos abordados por un matrimonio de expertos en fenómenos paranormales y demonología, suerte de cazafantasmas, Ed y Lorraine Warren.
Consigue la atención del espectador en un bien armado juego de ir agregando de a poco los elementos que ya todos sabemos que salen al baile en una historia así. Claro que tampoco se hace mucho lío con saltarse olímpicamente ciertas convenciones indispensables del género.
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