Ray Keene (John Cusack, un actor todoterreno) es el entrenador deportivo de un colegio, que ha perdido a su mujer hace dos años. Cuando Chris, su hijo adolescente, se mete en líos y el intercambio de palabras entre ambos se hace duro, cae en la cuenta que debe encontrar la manera de rearmar la familia que ambos conforman.
Como el chico es un aficionado a la montaña, Ray le propone una excursión.
Allí, en medio de los bosques, las paredes cortadas de los cerros, los ríos y cuevas se encuentran con un fugitivo, Frank Cordell (Morgan Freeman), un ex agente de la CIA, actual mercenario.
“EL CONTRATO” trabaja sobre dos clichés vistos en centenares de películas: el padre que hace esfuerzos ingentes por recuperar a un hijo adolescente que lo desprecia (por cualquiera sea el motivo) y dos seres que vienen de vuelta de las amarguras que les ha deparado la vida: uno como un héroe sin público ni aplausos cuya ética es insobornable y el otro como un cínico, frío, inalterable que sin embargo no ha perdido del todo eso que llaman sentido del honor y conserva ciertos vestigios de moral.
La gracia es saber armar estos ingredientes, cosa que el oficio de larga data de Bruce Beresford puede hacer. El resultado, en este caso, es un thriller atrapante —entretenido, sobre todo— que instala una inquietante atmósfera de indefensión que cae como semilla en tierra fértil en un mundo en que las certezas han sido derribadas.
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