“Cuando tu vida privada se esfume, ahí te ascienden”…
La lapidaria sentencia que, imperturbable y ceja en alto, le lanza Nigel (Stanley Tucci, genial) le cae como un piano sobre la cabeza a la joven y pueblerina Andrea (Anne Hathaway) que, en realidad, ha ido al templo del diseño, que es la oficina de la mano derecha de Miranda, su jefa, a buscar un hombro sobre el que llorar sus desgracias de empleada principiante.
Por mucho que la respuesta sea para seguir gimoteando, esa es no es más que la pura verdad en el competitivo mundo del trabajo… peor si se es la asistente-de-la-asistente de la temible Miranda Priestly (Meryl Streep), la directora-dictadora de la revista “Runway” (o sea, “Vogue”), donde María José Prieto sería rechazada por fea y gorda.
Andrea, que en lo que lleva de metraje de “EL DIABLO VISTE A LA MODA” se lo ha pasado comprando café con toda clase de especificaciones y haciendo tareas para las hijas gemelas de su jefa, comprende de pronto que quejarse —aunque sea con justicia— no le servirá para disminuir su angustia ni menos para mejorar su estatus.
Andrea debuta en su trabajo con sus ojos cándidos. Y como todo submundo, éste tiene sus códigos perfectamente estructurados en un sistema propio; de manera que las opciones son dos: o te adaptas o te mueres (o sea, te vas).
Muy entretenida, con una atmósfera exquisitamente lograda.
Y si bien no pasará a engrosar la lista de las grandes realizaciones del séptimo arte, la Miranda que construye Meryl Streep sí que será inolvidable.
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