Stan & Ollie Dirección: Jon S. Baird Reparto: John C. Reilly, Steve Coogan, Shirley Henderson, Bentley Kalu, Nina Arianda, Danny Huston. Reino Unido, 2018. Duración: 97 min.
Mucho más que una biopic, El gordo y el flaco (Stan & Ollie) es una comedia dramática entrañable, aguda y divertida —con actuaciones de antología— que aborda con delicadeza y humanidad el ocaso vital de dos artistas que conocieron la cumbre del éxito y la fama.
Y más aún: es una historia que ahonda en toda su profundidad aquello que llamamos amistad.
Ante lo inabarcable que podía ser contar la vida de dos mitos de Hollywood como son Stan Laurel, “El Flaco”, y Oliver Hardy, “El Gordo”, el director Jon S. Baird y su guionista Jeff Pope optaron por concentrarse en su etapa más desconocida (se basaron en el libro de A.J. Marriot). La ganancia es la perspectiva: solo hacia el final de la vida, las sumas y restas pueden ser más certeras, y aquello que nos pareció crucial, o a la inversa, adquiere su verdadera estatura una vez que el tiempo ha pasado.
Para llegar a esta dimensión, la historia comienza en 1937, en Culver City, California: en un cautivador plano secuencia la cámara sigue a Stan (Steve Coogan) y Oliver (John C. Reilly) desde su camarín hacia el set, abriéndonos ese mundo de Hollywood en que mandaban los productores. Stan, el creativo, el que nunca dejó de pensar y escribir los guiones, se enfrenta al poderoso Hal Roach antes de filmar en el set: quiere una participación más justa en las ganancias, pero Oliver —el encantador “Babe”— nunca se enfrenta a nadie. Esta situación —manejada como tiburón por Roach— gatilla el quiebre de la dupla.
Esto es solo el prólogo. Lo que sigue es la llegada de Laurel y Hardy a Inglaterra (país de origen del primero), en 1953, convocados a una gira por diferentes teatros. Se supone que un productor en Londres hará una película con ellos, una parodia de “Robin Hood”.
Hardy, muy gordo (impresionante trabajo de maquillaje), sigue aficionado a las carreras de caballos, mientras Laurel escribe y no deja de trabajar.
La fama mundial que han ganado con sus películas es un antecedente siempre contradictorio: todo el mundo (o casi) se emociona al reconocerlos, pero son un recuerdo, son el pasado. Con una dignidad y una fineza que jamás pierden, se enfrentan a la sorpresa de la posada que los espera y los más o menos ruinosos teatros contratados para sus presentaciones. Nada hace decaer su espíritu y muy pronto sus rutinas conquistarán mejores públicos.
Baird cruza permanentemente la línea del relato biográfico con la de los guiones: divertidos gags se suceden en escenarios y en la vida real. El humor omnipresente y la estatura moral sin aspavientos de dos buenas personas contribuyen a eludir lo patético apenas se asoma y a atenuar algún momento que, tratado de otra forma, pudo ser humillante.
Aún cuando queden desengaños y asperezas por limar; aún en momentos en que aparecen frases muy hirientes, hay una gentileza y bonhomía que jamás se pierde entre ellos.
Si Reilly y Coogan (gran mimo) nos regalan una exquisita clase de actuación —ensamblados en una química asombrosa—, no menos divertidos y fascinantes resultan los personajes de sus respectivas esposas.
Lucille Hardy (Shirley Henderson), con su vocecita gangosa y sus comentarios infantiles, e Ida Laurel (Nina Arianda), en actitud semi vampiresa y actitud desconfiada, son el agua y el aceite. Solo tienen en común el amor incondicional por sus maridos.
Los muy famosos El Gordo y El Flaco no recibieron derechos por sus películas pero esos últimos años frente a un eufórico público inglés y luego irlandés confirmaron su genio artístico. Y su mutua lealtad a toda prueba.
Una delicada y reveladora biopic, cuidadosamente ambientada, llena de humor y ternura.
Stan & Ollie
Dirección: Jon S. Baird
Reparto: John C. Reilly, Steve Coogan, Shirley Henderson, Bentley Kalu, Nina Arianda, Danny Huston.
Reino Unido, 2018. Duración: 97 min.
(En tienda Fílmico, Paseo Las Palmas).
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