La rutina diaria de Chris Gardner (Will Smith) se parece a la de cualquier chileno modesto y dejado de la mano de Dios (o del Estado): sale cada mañana desde el cuchitril donde vive con su mujer, Linda (Thandie Newton), cargando una máquina scanner incómoda y pesada que debe conseguir vender a algún médico, caminando por las calles de San Francisco y tomando micros.
La familia debe dos o tres meses de arriendo y también los impuestos, por lo que Linda, que trabaja en una poco motivante y gigantesca lavandería, no está nunca de buen humor. El papá lleva diariamente a su pequeño Christopher (en la vida real, hijo del actor) a una modesta guardería y luego corre a recogerlo.
Su mujer es una “american woman”: no está para “losers” y pronto se manda cambiar. El chico se queda con él.
“EN BUSCA DE LA FELICIDAD” (frase de unos de los próceres de la historia estadounidense impresa en un billete) es una de las películas más ásperas salidas de la factura hollywoodense, un drama en sordina que detiene el lente en la vida poco gloriosa de un ciudadano cuya cotidianeidad parece siempre al borde de la tragedia irreversible, pero que irremediablemente sigue caminando por la poca heroica línea de la rutina.
La sobriedad de esta película es impensada si uno ve en Will Smith al divertido coprotagonista de “Hombres de Negro”. ¿Será la mano del director italiano? Puede ser. Porque esto está basado en una historia verdadera que pudo llegar a las pantallas como el muy socorrido relato del sueño americano. Y es todo lo contrario: es exactamente lo que no mostraría un avezado productor de blockbuster, la parte poco empática, la adversidad compleja de representar, tan parecida a la vida de los consumidores de sueños y cabritas —que se venden juntos en la entrada de las salas de cine— que no resulta nada agradable de ver.
Para colmo, la suerte no tiene nada que hacer aquí: ni para bien ni para mal. Todo pedestre… Como la vida misma.
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