En “EXPIACIÓN, DESEO Y PECADO», actriz y director (ésta es su segunda película) se unen para traspasar al cine otra novela inglesa, esta vez de un autor contemporáneo, Ian McEwan. Escritor, director y actriz, todos son artistas bajo el embrujo de Jane Austen (1775 – 1817). De hecho, McEwan ha comentado que escribió su novela (2001) inspirado en la narrativa de su compatriota.
Pero “Expiación…” posee hálito propio, un sello personalísimo y exuda, más que nada, eso que en drama se conoce como atmósfera.
Por lo demás, Cecilia Tallis (Keira Knightley) es una heroína siglo XX —por lo menos—, sobre todo trágica; una marioneta en un mundo y una época dramáticamente convulsionados y arrancados de su eje. Es 1935 en Inglaterra.
En un tradicional castillo de la campiña, rodeado de un gran parque, la familia Tallis se apresta a recibir a los hombres de la familia, que vienen desde Londres. Mientras, Briony (Soarsie Ronan), una niña de 13 años con mucho sentido de su rol en el mundo, termina de teclear en la máquina una novela de su autoría.
La tragedia se precipita desde la misma pantalla, cuando la cámara reemplaza las idílicas —y algo decadentes— imágenes del castillo, la campiña, los fracs y los suntuosos vestidos de raso, por la guerra, la Segunda Guerra Mundial, con su pesadilla de destrucción de cuerpos y almas.
Jugando con elementos sutiles —como el zumbido tenue o más decidido de las abejas—, escenas vistas desde lejos, sin audio, o la repetición de éstas desde otra perspectiva, la película va instalando sensaciones indescriptibles en el espectador, envolviéndolo en esta historia de daños irreparables y personajes con sus muchas contradicciones a cuestas. El eje narrativo va girando junto con la desgracia y, como en un juego de muñecas rusas, también pone en entredicho realidad y verdad.
Inquietante historia. Inolvidable.
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