Renée Zelweger se ha ganado en buena lid todos los premios que ha recogido por su rol protagónico en Judy. Pudiendo apoyarse en el magnífico trabajo de caracterización hecho por el equipo de maquillaje, peluquería, arte y vestuario, Zelweger entrega una actuación construida desde el alma, llena de matices, complejidades e incluso contenida.
De la dolorosa vida de Judy Garland, el director Rupert Goold y el guionista Tom Edge (basado en “End of the Rainbow”, de Peter Quilter) escogen los últimos meses de su vida, que terminó tempranamente a los 47 años.
En un patético deambular nocturno por la ciudad, Judy circula en taxi vestida de gala con sus dos hijos pequeños, con quienes acaba de presentarse en un escenario. Van de un lado a otro —la realidad es que no tienen dónde quedarse— hasta que se resigna a dejarlos en la casa del padre de los niños, uno de sus ex maridos, y ella continúa hasta el lujoso departamento de su hija Liza Minelli, donde se integra a una fiesta bien regada.
Seguirá de tumbo en tumbo, para finalmente trasladarse a Londres, donde la han contratado para una serie de actuaciones. Es su opción para sobrevivir, que implica una dolorosa separación de sus hijos.
Allí transcurre casi toda la película que, mediante algunos racontos, nos traslada cada tanto a su poco feliz tránsito por el Camino Amarillo de El Mago de Oz (1939), siendo una pre adolescente.
En la capital británica es recibida como una diosa. Tanta devoción, no obstante, no alcanza para anular la infelicidad que la aplasta desde hace ya mucho tiempo.
Errática y la mayor parte de las veces impredecible, Judy es sin embargo afable, dulce, casi tímida, aunque eventualmente tenga arranques irascibles sin provocación alguna.
De una fragilidad física y emocional que se transmite hasta el desgarro, lo que vemos en esos ojos asustadizos y tiernos es a una niña a la que le arrancaron brutalmente las mínimas etapas y procesos que se requieren para convertirse en una mujer.
En lugar de ello, lo que creció hasta llegar a los 47 años fue una estrella: y sí, ahí, sobre un escenario podía agigantarse hasta estremecer a quien la oyera. Allí podía ser toda fortaleza. ¡Asombrosa! Pero una “estrella”, vaciada de toda estructura emocional, una mujer a quien no la han dejado construirse como ser humano no puede sostener ni siquiera su talento.
Ese tránsito por la decadencia, siempre cubierto de glamour, y cómo es que ella apenas puede lidiar con su atormentada psiquis es lo que nos narra la película.
Dolorosa y triste, Judy es no obstante una experiencia bellamente conmovedora, sobre todo gracias a la empatía y ternura con que Renée Zelwegger arropa a su personaje. Ella es más que la película y por ella vale la pena verla.
Sí hay que reconocerle a Rupert Goold el mérito de esa magnífica y estremecedora secuencia final: ¡inolvidable!
Dirección: Rupert Goold
Guion: Tom Edge.
Música: Gabriel Yared
Fotografía: Ole Bratt Birkeland
Reparto: Renée Zellweger, Rufus Sewell, Finn Wittrock, Michael Gambon, Jessie Buckley, Bella Ramsey.
Reino Unido, 2019. Duración: 118 min.
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