LA LIBRERÍA : LA FUERZA DE LOS SUEÑOS VS LA FUERZA DEL PODER

En el pequeño pueblo costero de Hardborough, Inglaterra, en 1959, transcurre La Librería (The Bookshop), la delicada y entrañable película de la española Isabel Coixet, basada en la novela de Penelope Fitzgerald.
Un drama contenido, de diálogos cargados de sutiles ironías, humor inteligente, que enfrenta a potentes fuerzas, en un conflicto de esos que surgen en cualquier lugar donde se reúnan seres humanos.
Ese lugar encantador y bucólico, con mar, bosques -alguna mansión, un pequeño castillo desperdigados por ahí- y callecitas que suben y bajan, es como todo pueblo chico: todos saben lo que le ocurre al otro o más bien condimentan lo que saben con gran imaginación.
Florence Green (Emily Mortimer, Matchpoint VER COMENTARIO), una mujer aún joven, ha quedado sola desde que su marido murió en la guerra. “Siempre he pensado que la mujer empieza a ser feliz después de enviudar”, le dice un resbaloso personaje en medio de un cóctel en The Stead. Nada más fuera de lugar para Florence -The Stead, la mansión, y el comentario-  porque ella nunca ha dejado de amar a su marido. Tanto que, contra obstáculos y oposiciones de toda índole, se las arregla para refaccionar una vieja casona para convertirla en la primera librería del pueblo.
Una librería en un lugar donde nadie lee, excepto el ermitaño de la comunidad, Edmund Brundish (Bill Nighy, Love Actually, El Exótico Hotel Marigold1 y 2 (VER COMENTARIO).
Es su sueño, un sueño noble y cargado de amor: con su marido se conocieron en una librería en Londres y uno de los ritos gozosos del matrimonio era leerse el uno al otro trozos de novelas o poesías.
Pero su resuelta actitud choca contra otra fuerza tenaz: la poderosa y distinguida Violet Gamar (Patricia Clarkson, la congresista Jane Davis en House of Cards). Mrs Gamar tenía -y tiene- otros planes para ese lugar y ella da por descontado que las cosas se hacen como ella decide. Violet es ese tipo de arpías de aspecto y modos refinados, que saben camuflar sus almas mezquinas con iniciativas que se ven ¡tan adecuadas! e incluso nobles.
En La Librería la tensión dramática -el eje protagonista-antagonista- está aguda y muy precisamente delineada.
Es fascinante observar cómo se corporiza algo tan universal como la pulsión por el poder en el personaje de Violet -nada estridente, por cierto- . Y cómo aquello colisiona con algo que también puede ser una fuerza imbatible, como los sueños generosos, si se los persigue sin desfallecer. Los seres humanos elegimos dónde poner nuestras energías.
“No creía que las personas se dividían entre exterminadores y exterminados”, comenta más bien irónicamente Florence, en algún momento, sin imaginar el alcance de su reflexión.
Por cierto, la película es un bocado para los amantes de los libros. Emociona ser testigos de cómo lectores más o menos corrientes, pero voraces, como Mr Bundish o la misma Florence, descubren autores “emergentes”: Bradbury, Nabokov, Graham Greene. Una delicia los comentarios mordaces de Bundish, su especialidad.
La Librería es un drama bello, extraordinariamente bien filmado,sin ninguna clase de aspavientos,de tomas largas, imágenes imponentes e interiores cuidadosamente diseñados; una historia en apariencia muy sencilla, que en realidad indaga de manera profunda y en toda su complejidad esos conflictos propios de la condición humana que siempre estarán en cualquier grupo, comunidad u organizaciones del tipo y tamaño que sean.

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