“LOS INFILTRADOS”, de Scorsese es IMPERDIBLE. Ya sabemos que el director ítalo-estadounidense integra esa cada vez más reducida lista de realizadores que pueden llamarse autores. Que ha filmado más de una genialidad (¿qué tal “Toro salvaje” o “Taxi driver”?)
En esta historia de mafiosos irlandeses dueños de las calles de Boston, el guión es pura, y genialmente, cinematográfico. Funciona a la altura de sus potentes personajes-personas. Protagónicos y secundarios son igualmente geniales, seres humanos estragados por sus contradicciones y dobles vidas. Y la mano —o la firma— del director se evidencia ya en los primeros montajes, en la densa atmósfera que imprime, en la dirección de arte, en las inesperadas vueltas ¿del destino?
La película es controladamente violenta. Muy violenta, pero no a la Tarantino.Y cierto. Seguir la trama exige atención. Una pestañadita puede ser fatal…
Frank Costello (Jack Nicholson, en otra brillante vuelta de tuerca en su sólida carrera) es el dueño de las calles. Como toro viejo que es, su astucia —ya no su poder sustentado en el temor— lo hace eficazmente peligroso. Tanto, que “cría”, literalmente desde niño, a Colin Sullivan (de adulto, Matt Damon), un chico que entremedio de sus actividades como monaguillo recibe las enseñanzas del “maestro”. ¿Para convertirlo en su matón-mano-derecha? ¡Qué ingenuidad! Sullivan es enviado a entrenarse en el exigente Departamento de Policía Estatal de Massachusetts. Y escala puestos a la velocidad del rayo, infiltrado en el corazón de la lucha antimafia, allí donde los máximos jefes, Queenan (Martin Sheen) y el antipático y decidido sargento Dignam (Mark Wahlberg) libran una compleja guerra por desactivar el enmarañado sistema de crimen organizado fieramente enquistado en la ciudad.
Nada es lo que parece ni lo que Ud. razonablemente espera. Incluido el final.
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