Como sucedáneo, vale. Porque si a uno le gustan los thrillers, la acción, los enredos criminales y no le hace asco a la violencia, Ozark está bien entretenida. Sobre todo ese primer capítulo lleno de giros y de quiebre de apariencias.
Pero que Jason Bateman -protagonista y director de algunos episodios- y el equipo de guionistas de la nueva serie de Netflix, hayan soñado alguna vez con compararse a Breaking Bad ¡no!
(Oka. Soy socia fundadora del fan club de BB).
Por otro lado, ya sabemos que la ficción -series, películas, libros, obras de teatro- siempre girarán en torno a los mismos grandes temas, desde diferentes ángulos y énfasis.
Y Ozark se mete en el sucio mundo del dinero o más bien de los codiciosos de la Tierra, algo que, como bien demuestra, atraviesa ciudades, fronteras, empresas, plácidos lugares, para podrir todo a su alrededor. O casi todo.
Marty Bride (J. Bateman) es un próspero asesor financiero, casado con Wendy, una mujer encantadora, aunque algo aburrida de ser dueña de casa (Laura Linney). Viven cómodamente con su hija adolescente prototipo, Charlotte, y su hijo pequeño.
Pero Marty y su socio se dedican a algo más que a su empresa de finanzas: tienen negocios con un cartel de drogas mexicano que comanda Del Río (Esaí Morales).
Un mal paso y el asunto termina con la familia Bride completa dejando su cómoda vida urbana para instalarse en el lago Ozark, Missouri, sin demasiado presupuesto para casas encantadoras a orilla de agua.
El reguero de cadáveres del primer capítulo nos da la tónica de lo que seguirá.
En estos bellos parajes Marty deberá inventar una forma de satisfacer lo que le pide el Cartel. Y en Ozark no solo es bien poca la gente campechana y agradable: hay más bien personajes muy extraños, harto malacatosos circulando y una familia de delincuentes de baja estofa pero de alta capacidad de daño que le complicará aún más la vida: los Snell (white trash, como les denominan en “gringolandia”), gente de escasas luces, pero comandados por una chica mala y muy astuta, Ruth.
A todo esta mescolanza hay que agregar agentes del FBI, un pervertido, un anciano desparpajado con el que la familia se verá obligada a convivir, un predicador, un chico Down y la desconfiada dueña del lodge, Rachel, con la que Marty aparentemente podrá hacer negocio.
La serie, que por un lado quiere dar lecciones sobre avaricia y los pecados del capitalismo (llega algo atrasada al discurso), está siempre al borde de lo inverosímil… pero logra salir adelante.
Puede que para seriéfilos muy avanzados Ozark se parezca demasiado a un montón de otras producciones que ya hemos visto, pero sumando y restando puede entretener a quienes aman los tragos fuertes, llenos de “malos” y sujetos capaces de cualquier cosa.
(En Netflix. Primera temporada).
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