Cruda, maciza, intensa, envolvente a más no poder. Todo eso es “SIN LUGAR PARA LOS DÉBILES”, un relato que más parece la recreación de un mundo aparte que la historia de un asesino y su presa, y la del sheriff que los persigue a ambos. Tan persistente como cruel, tan irracional como frío, tan inescrupuloso como metódico es el asesino a sueldo Anton Chigurh interpretado por Javier Bardem. A poco andar del metraje, su sola entrada a cuadro tensa al espectador más prevenido.
Su contrapunto es el siempre efectivo Tommy Lee Jones, como el comisario rural a punto de jubilar.
La película entera remite a esa parte de la América profunda cercana a la frontera con México: sus colores, sus sonidos, los acentos monótonos, esos nombres (como Carla Jean)…
Allí, las palabras más inocentes pueden resultar mortales. De eso se encarga el magnífico guión que, inevitablemente, más allá de la violencia, provoca las risas que siguen a un diálogo que se escucha absurdo. Un guión que no le teme a los silencios y a dejar hablar a las imágenes más sencillas.
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