Para los neoyorkinos será para siempre una noticia inolvidable.
Un Airbus A320, con 155 personas a bordo, sufrió la pérdida de sus dos motores, luego que estos fueran impactados por aves, tan solo unos momentos después de haber despegado del aeropuerto de LaGuardia. El piloto acuatizó de emergencia en el río Hudson y la totalidad de los pasajeros (incluida la tripulación) salvaron ilesos.
Fue el 15 de enero de 2009, menos de 10 años después del 11S, solo que esta vez el impactante suceso era un hecho maravilloso, una suerte de milagro exorcizante. El capitán Chesley “Sully” Sullenberger se convirtió en un héroe nacional.
Con esta trama pequeña -y conocida en todo el orbe-, eventualmente predecible, Clint Eastwood (86) levanta una película seductora, sorprendente, con nervio, hecha con mano maestra: Sully: Hazaña en el Hudson. (También escribió la música).
En un estilo sobrio y clásico, plasma un relato lleno de tensión, que reconstruye mediante raccontos y flashbacks las secuencias más epatantes de una proeza asombrosa, mientras escudriña en la intimidad del alma de un hombre con un stress post traumático en pleno proceso, agobiado por la presión de la prensa y la súbita fama, con dudas de conciencia.
Un rol que le cae a la perfección a Tom Hanks, el héroe de a pie, y que el actor maneja diestramente, en el mejor desempeño de su larga y exitosa carrera en Hollywood.
Filmada con cámaras Imax, la película se inicia en la cabina delpiloto cuando el avión, que se dirigía a Carolina del Norte, ha empezado a capotar, con los motores incendiados, y Sully y su copiloto, Jeff Skiles (Aaron Eckhart), están comunicando la emergencia a la Torre de Control. Los rascacielos de Nueva York están allí mismo, el avión pasa por entremedio, choca con edificios, se incendian…
Es una de las tantas pesadillas que han estado atormentando a Sully, un tipo correcto -lo sabemos en las escenas cotidianas y también en aquellos álgidos momentos-, con un alto sentido del deber y la ética. Tanto, que se cuestiona si pudo haber alcanzado a regresar a LaGuardia, si no fue un riesgo lo que hizo, por más que se salvaran todos. “¿Y si actué mal?”, es la pregunta que lo martiriza.
Porque de hecho, lo que la película narra es la trastienda posterior, aquello que no apareció ni en el show de David Letterman ni en las miles de las elogiosas notas periodísticas de esos días: la investigación que abrió la Junta Nacional de Seguridad del Transporte (NTSB), precisamente para determinar si no fue una imprudencia y una falla de cálculo del piloto no haber aterrizado en LaGuardia…Y porque hubo pérdidas económicas involucradas.
Algo que han de dilucidar en paralelo tanto él, internamente, como la Junta en cuestión.
Con sus 42 años de piloto, arriesga todo -su carrera, su jubilación- por esos 208 segundos, mientras en la calle sólo recibe reverencias y loas. “Quiero mi vida de vuelta”, exclama en esos tormentosos momentos.
En paralelo a la investigación -impresionantes sistemas matemáticos, precisos simuladores con los datos de la grabación del momento del accidente-, de a poco se nos va entregando la historia, como en un puzzle y desde los puntos de vista de los distintos involucrados.
Si Eastwood reivindica a este héroe sencillo, que no solo no busca la gloria sino que es explícito en destacar que la hazaña no es solo suya (impresionante las eficaces y ágiles reacciones de un sistema perfecto de rescate), también se concentra en “el factor humano”, aspecto gravitante que ensambla todo lo que transmite el filme.
Apasionante en el menos esperado de los sentidos.
Dirección: Clint Eastwood.
Con Tom Hanks, Aaron Eckhart, Laura Linney.
1 hora 36
Copyright Anajosefasilva.cl 2014